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Desequilibrados

Sorpresa

   Recuerdo aquel día como si de ayer se tratase. Yo no contaba con más de diez años aunque, la verdad sea dicha, curada estaba de espanto en lo que a estos mesteres se trataba pero, qué cojones; los traumas libres son y hermosa la capacidad de asombro del ser humano.

   En casa de mi abuela ha sido, desde siempre, el pan de cada día ser testigo de las visitas más variadas y con ellas, las sorpresas más variopintas.

   Escuché un murmullo antes siquiera de abrir los ojos para toparme con la más absoluta oscuridad pues, por aquel entonces, dormía, inexorablemente, con persianas y contraventanas cerradas a cal y canto, amén de la puerta. Hora era de levantarse, fuera cual fuere la hora, pues la vejiga apremiaba. Así pues, tras calzarme las zapatillas (acto cuasi reflejo en la casa de la "güela" pues había sido -y quien tuvo, retuvo- lo que a mí se me antojaba a tan tierna edad una sastrería imperial), salí de la habitación rumbo a "tierras de Roca".

   Mientras me aproximaba a mi destino, los murmullos pasaron a ser inteligibles, muy a mi pesar.

-¿Lo ves?

-¡Hija de mi vida! ¿Cómo no voy a verlo? ¡Si esto es de enciclopedia médica!

-Soy su esclava, Geni. Me tienen frita.

-Si es que tienen vida propia, ¡hija del amor hermoso! ¿Cómo no has ido al médico aún?

   Por ahí debía andar la conversación cuando, camino del baño que me encontraba y habiendo llegado a la altura del pasillo con mejores vistas a la zona en donde se llevaban a cabo las actividades culinarias (y tanto) en aquella bendita casa, lo vi.

   Desde su sillón de mimbre o trono, como solía ella llamarlo, y teniendo pues el culo de "la visita" a la altura a la que deberían estar todas las televisiones del mundo para evitar molestas tortícolis, escrutaba mi querida abuela con expresión de asombro las hemorroides de esta buena (espero, qué menos) señora que se hallaba flexionada en ángulo recto con la falda remangada en la cintura y las bragas por los tobillos.

   Deshice el camino, volviendo sobre mis pasos, y me olvidé de mi antes apremiante urgencia hasta que no hube oido la despedida y el portazo de salida.

11 comentarios

rani -

Estoy ya de culo, almorranas, olores y demás...hasta no se sabe donde.
Deje usted señorita de tomar tanto sol isleño y de darle al de la patria de romulo y remo.
Y a este ciego, que maneje el teclado en este lugar y se deje de chaterismos.
Esto ya huele, chicos.

Piruleta -

Eso digo yo.
No se os ve el pelo ¿eh?

rani -

Chicos¡¡¡¡¡¡¡¡.
Desde luego, tanto la "pendeja" como el ciego están de dedos caídos.
Esto ya no es como antes, se va envejeciendo...menos yo, q lo mío es rejuvenecer...jajaja.
Venga¡¡¡, haced que esto vuelva a moverse.

Arena -

Mierda!!!!!!! (y nunca mejor dicho), mira la de cosas que me perdí en tan larga ausencia...

Piruleta -

¿Qué ha sido de Mary? Me ha desaparecido la imagen de la etiqueta y...

rani -

Déjese ya de tantos cambios de blog y de tanta investigación y póngase al tajo.
Escriba, que el diseño ya tenemos muy visto.
Saluditos por aquí.

Trini -

Desde luego, para un niño y más aún acabado de despertar, esto sería un trauma de por vida:):):)

Un abrazo

jos -

pues eso e imprecionante pero no como un caute el cual es tan loco que aveses solo un gran locutor pero eso lo hace ser un gran loco

Piruleta -

Aaaaaameeeeeeen

el hermano blind -

La hermana Desierto ha vuelto al redil de los justos y nos obsequia de nuevo con sus pinches escritos ¡Alabemos al Señor, pues grande es su misericordia!

rani -

Jajaja, mi abuela "quitaba" las lombrices a los niños que vivían en la calle. Friegas de aceite en la barriga y luego a hurgar en el "ojete"...jajaja.
No me extraña que fuera su esclava...jajaja.